El rechazo de víveres por parte de comunidades indígenas termina desarmando el argumento de investigación académica que afirmó que la «guerrilla» tiene apoyo de la población campesina.
Por Hugo Pereira
En el año 2017 se daban a conocer los resultados de un estudio académico desarrollado sobre la naturaleza política del «EPP». Juan Martens, defensor de Derechos Humanos, director del equipo de investigación que realizó dicho trabajo, declaraba a la prensa entonces que ciertas comunidades campesinas del norte paraguayo se habían convertido en «santuarios» o «zonas de confort» del EPP (Última Hora, 10/07/2017).
La agencia internacional de noticias EFE, en base a las afirmaciones del abogado defensor de DDHH, informaba: «El estudio, que fue divulgado por Martens (…) establece además que la guerrilla tiene apoyo de parte de la población en esas zonas, lo que les permite contar con una especie de refugios» (EFE, 13/07/2017).
Decía además que el «Ejército del Pueblo Paraguayo» («EPP») paga sus estudios a los jóvenes norteños, indicando textualmente: «Hemos detectado ciertos colegios donde hay profesores afines al EPP y que actúan como captadores de estudiantes. ‘Che, ¿vos querés estudiar? Mirá que hay un grupo y te podemos ayudar.’ Y todo un proceso de introducción que dura uno, dos años, donde finalmente alguien termina estudiando, pagado por este grupo» (Última Hora, 11/07/2017).
Una de las afirmaciones más peligrosas señalaban que la supuesta «guerrilla» que opera en el norte de Paraguay se había infiltrado en las «organizaciones sociales» de la zona, la misma acusación de los sectores más reaccionarios de Paraguay que siempre han pedido a gritos, y consiguieron, la militarización, el estado de excepción permanente: “Son personas que viven en las comunidades (…) La agenda oculta es utilizar esas estructuras organizadas e históricas para beneficiar al grupo armado” (ABC, 11/07/2017). No ha dudado el señor Martens en señalar que “El «EPP» tiene adherentes en 18 distritos de cinco departamentos” (Radio Ñandutí, 12/07/2017), es decir, se puede entender que la población campesina del norte paraguayo está involucrada con el «EPP» y, por lo tanto, su represión se encuentra plenamente justificada.
En estos días un artículo de opinión del Dr. Alfredo Boccia, «El EPP y el establishment del Norte», reforzaba el argumento del señor Martens cuando señalaba en su columna: «por temor o convicción, cierta parte de la población local sigue dándole protección y apoyo logístico». Las comunidades campesinas en un extraordinario acto de dignidad y valentía rechazaron entre el sábado y el domingo la repartición de víveres «ordenada» por el «EPP».
Ni están convencidas de las supuestas aspiraciones «revolucionarias» del «EPP», ni tienen miedo. Como nunca antes, este fin e inicio de semana cayeron al suelo no solo los argumentos de los sectores políticos más reaccionarios de Paraguay sino también las irresponsables afirmaciones de cierta izquierda paraguaya. Ambas posiciones criminalizan la pobreza campesina e indígena. Para quien tenga interés en conocer más sobre el cuestionamiento que hacemos a ambas argumentaciones, les invito a leer el artículo «Violencia extractivista. Criminalización de la pobreza campesina como causa de una supuesta subversión armada».