Los hechos de violencia registrados en el norte paraguayo desde el año 2008, atribuidos a una supuesta organización guerrillera conocida como “Ejército del Pueblo Paraguayo”, a la que se identifica con la sigla “EPP”, han sido relatados de manera hegemónica desde la perspectiva de la versión oficial amplificada por los grandes medios de comunicación. En un más de una década de violencia armada se han registrado algunos episodios que han configurado la aparición de crisis que posibilitaron la irrupción en el debate público de voces que fueron marginadas en todos estos años del relato oficial y de las reflexiones de analistas conservadores y progresistas, incluso de ciertos referentes de organizaciones de Derechos Humanos. Esas voces disidentes, de pobladores campesinos e indígenas del norte paraguayo, se desmarcan de la violencia del “EPP”. Lo hacen sin esconderse en el anonimato, a cara descubierta. Todo esto coloca en entredicho las afirmaciones que aseguran la existencia del involucramiento de la población con el “grupo insurgente” y el supuesto silencio al que se llama para evitar represalias de una “guerrilla” a la que en realidad rechaza, lo que además hace inviable el apoyo político que toda insurgencia requiere para alcanzar sus objetivos.